En Octubre 4 de 2011 escribí lo siguiente:
“Tengo tantos pensamientos luchando entre si dentro de mi cabeza. Lo que ayer pensaba hoy me produce tantas dudas y las respuestas que encuentro hoy, antes solían ser incertidumbres.
Hay ocasiones en que no me puedo entender, a veces lo prefiero así, pero otras veces quisiera tener todo el control, pero simplemente no lo tengo.
¿Todo el control? A decir verdad y si lo pienso bien, no lo quiero. No quiero controlar mi respiración, (como lo estoy haciendo en este momento) quiero que simplemente exista, ¡como debe ser! Dios mío, toma el control de mi vida.”
¿Alguna vez has sentido que pierdes el control?
No hablo de cuando te enojas y quieres gritar mil cosas, hablo cuando de verdad sientes que no tienes el control de tu vida, tus emociones, tus situaciones al rededor.
Recuerdo bien esta escena; estaba sentada en la sala del cine, viendo directamente a la pantalla. La luz era demasiado brillante, tanto que me cegaba para ver al rededor del lugar.
El olor a palomitas era tan agudo que calaba en mi nariz. Y el sonido era tan fuerte que escuchaba un silvido que se mezclaba con la banda sonora del filme.
Sentía demasiado frío, no podía dejar de mover mis piernas y una terrible urgencia por abandonar la sala comenzó a taladrar mi mente, como un pensamiento tan activo del que no me podía deshacer.
Al mismo tiempo una parte racional en mi cerebro luchaba por permanecer sentada y no levantarme corriendo del lugar, porque en mi lógica no existía razón para salir de ahí. Estaba segura que era mi mente, pero a la vez mi cuerpo estaba experimentando esta extraña electricidad que me era muy difícil controlar.
Quería salir huyendo del lugar, como si algo terrible fuera a suceder si me quedaba. Cientos de pensamientos fatalistas comenzaron a correr en mi mente. ¿qué tal si me daba un ataque cardiaco en la sala?, ¿Qué tal si de pronto no podía respirar más? Era pánico, miedo, ansiedad.
Hoy lo recuerdo como una imagen solamente. Me parece una escena tan ilógica y sin sentido ahora, pero en ese momento todo se sentía tan real.
Esto me hace pensar en todas las veces en la vida que nos sentimos tan atrapados en nuestros miedos, se sienten tan reales en el momento, nos ciegan de todo lo bueno que pueda estar sucediendo al rededor y nos hace vivir llenos de emociones que son solo tóxicas para la mente y alma.
Si tan solo pudiéramos ver las cosas desde otra perspectiva en esos momentos, lograríamos ver que hay miedos tan irreales en la vida que no vale la pena ni huir, ni detenerse por ellos. Y si por un momento pudiéramos ver que en realidad somos tan libres para hacer, pensar, hacer, vivir, construir. Créeme…¡serías imparable! Porque justo así e como me siento ahora.
Cindy A.
El futuro está lleno de esperanza.
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